
En estos tiempos convulsos que estamos viviendo, todos estamos sufriendo en mayor o menor medida. Puede que tú seas alguien que ha perdido algún ser querido en esta crisis sanitaria mundial, puede que hayas perdido tu empleo, quizá hace meses que no te reúnes con tu familia, puede incluso que esta situación se te haya hecho tan pesada que tus cimientos personales se tambaleen, puede que incluso la situación sobrevenida haya desencadenado en una ruptura de pareja. Los resultados de esta pandemia se materializan de estas y otras muchas formas. Pero también éste puede ser un tiempo para practicar el ejercicio del perdón.
¿Quién no tiene algo que perdonar o a alguien a lo largo de la vida? El perdón es una capacidad que poseemos los seres humanos, aunque no nos han enseñado a desarrollarla todo lo que deberíamos. Sí nos han enseñado que perdonar es de débiles pero en realidad esta creencia es falsa; porque cuando perdonas, te fortaleces. Perdonar no significa estar de acuerdo con que te hagan daño; claro que no. Perdonar significa aceptar y hasta llegar a entender que el otro haya tenido sus razones para actuar como lo hizo y respetarlo. Y es que en el ejercicio del perdón hay mucho de ego; es decir, somos nosotros los que nos llenamos de razón sin importarnos ni nada ni nadie más.
Cuántas veces hemos dicho u oído “Yo perdono pero no olvido”. Si la analizamos detenidamente, la frase no tiene mucho sentido, ya que cuando no somos capaces de olvidar algo que nos ha producido un gran daño o a la persona que nos ha infligido ese daño, no somos capaces de perdonar. El perdón es la mejor herramienta que tenemos para liberarnos de todo aquello que nos provoca resentimiento, resquemor, rencor o incluso odio. Pero para que esto se produzca necesitamos estar sanos emocionalmente.
“Perdonar es poder viajar al pasado y regresar ileso ” |
Aunque parezca una obviedad, para poner en práctica el gran ejercicio del perdón, lo primero de todo es querer hacerlo y tomar conciencia de ello; es decir, sentir la necesidad de que perdonar tal o cual acción o a tal o cual persona, es necesario para nuestra propia paz interior. Y compartirlo. Hay veces que las personas que nos hacen daño o a las que hacemos daño están muy próximas a nosotros o son importantes en nuestra vida, así que es bueno hacérselo saber; no solo el daño cometido sino nuestro perdón. Y si perdonar nos parece difícil, quizá el acto más complejo de todos es el de perdonarse a uno mismo, a pesar de que ésta sea la mejor receta para hacer frente a la carga de una culpa permanente.
Se habla del acto de perdonar como un gran acto de amor propio, ya que perdonamos cuando reconocemos que no somos capaces de vivir con ese dolor dentro y decides soltar ese lastre porque quieres seguir avanzando. Realmente el perdón es el mejor regalo que podemos hacernos a nosotros mismos.
Así que cuando decidimos perdonar, sentimos una auténtica liberación que da lugar a cosas maravillosas. Es sorprendente cómo una ruptura irreconciliable de amistad, de familia, de pareja, puede volver a reanudarse, esta vez con lazos más fuertes y sólidos. Cuando nos encontramos en una situación de conflicto con otra persona, estamos ante el reto de perdonar y reactivar ese vínculo con nuevas esperanzas o perdonar, dejándola ir de nuestra vida, pero sintiéndonos en paz. Por tanto, Alinéate con tus valores y toma tu decisión desde la libertad y la sinceridad contigo mismo.
Deja una respuesta