
“Usted perdone”, le dijo un pez a otro, “es usted más viejo y con más experiencia que yo y probablemente podrá usted ayudarme. Dígame: ¿dónde puedo encontrar eso que llaman Océano? He estado buscándolo por todas partes, sin resultado”.
“El Océano”, respondió el viejo pez, “es donde estás ahora mismo”.
“¿Ésto? Pero si esto no es más que agua… Lo que yo busco es el Océano”, replicó el joven pez, totalmente decepcionado, mientras se marchaba nadando a buscar en otra parte.
Nos pasamos la vida entera en tiempo de búsqueda. Buscamos el trabajo ideal, la pareja perfecta, la familia ejemplar. Perseguimos la casa más extraordinaria y el coche más imponente. Ansiamos vacaciones más maravillosas y hacer cosas soberbias y magníficas que nos coloquen en lo más alto y sólo cuando tengamos estas cosas podremos alcanzar la plenitud y ser realmente felices.
Pero pensemos… ¿qué es lo perfecto? ¿quién marca qué es lo ideal? ¿dónde se pone la vara de medir para considerar que algo es ejemplar o extraordinario?
Nos encontramos inmersos en una sociedad que nos incluye, sin nosotros pedirlo, en un sistema configurado a base de convencionalismos y estereotipos, sustentados en los pilares sólidos de las creencias, prejuicios y juicios. Si no cumplimos con lo establecido, estamos fuera del sistema; así que claudicamos con demasiada facilidad a todos esas circunstancias externas que nos ‘venden’ como la panacea de lo ideal, orquestadas en torno a un consumismo brutal que nos lleva a tener y tener cada vez más cosas, pensando que cada vez estamos más cerca de conseguir lo que necesitamos para ser felices.
Y mientras aspiramos a conseguir ese objetivo supuestamente ideal, le dedicamos muy poca atención al camino, sin darnos la posibilidad de ver todo lo que ocurre a nuestro alrededor, perdiendo una cantidad infinita de posibilidades que hacen de cada día una experiencia vital única e irrepetible que nunca podremos recuperar.
Estamos tan empeñados y ocupados en ‘TENER’ que nos olvidamos de ‘SER’. Mientras realizamos esfuerzos titánicos por tener todo aquello que nos hará felices algún día, no reparamos ni en lo que somos ni en lo que queremos realmente; somos incapaces de ver que la verdadera búsqueda se encuentra en nuestro interior. Así que asumir de forma consciente que esta responsabilidad, la de decidir cómo queremos vivir, es una tarea que solo depende de uno mismo y no del exterior, y prestarle atención a nuestros valores para comprobar si estamos alineados con ellos es un buen comienzo para revisarnos por dentro. Por el contrario, no hacerlo nos llevará a desaprovechar nuestro tiempo, uno de los bienes más preciados de todos y, además, irrecuperable. Entender que el proceso de búsqueda es realmente lo importante nos coloca en un lugar mucho más edificante.
Y tú ¿sigues nadando en un mar de agua o has encontrado ya tu ‘Océano’?
Deja una respuesta