
Seguro que eres de los que tenías planes para este puente de San José y expectativas puestas en la Semana Santa que llegará dentro de unos días. Seguro que albergabas la esperanza de que la situación por la crisis sanitaria nos diera un respiro y poder viajar como has hecho tantas veces. Estas dos fechas tan señaladas en el calendario suponen una bocanada de aire fresco y tiempo de descanso tras el largo invierno y se convierten en la antesala de las tan ansiadas vacaciones de verano. Pero este año, al igual que el pasado, tampoco ha podido ser. Las restricciones de movilidad se repiten prácticamente en toda España y ante la imposibilidad de no poder llevar a cabo nuestros planes puede asaltarnos la frustración. Pero ¿sabemos cómo manejarla?
Hoy precisamente te hablo de esa sensación que todos hemos sentido alguna vez en nuestra vida cuando somos incapaces de satisfacer nuestras necesidades o deseos.
Cuando no conseguimos aquello que queremos y en el momento que queremos aparece la frustración, ese sentimiento tan poderoso que es capaz de hundirnos a nivel físico, mental y emocional. Aprender a tolerarla será siempre muy beneficioso y para eso hay que vivirla.
Cuando no conseguimos lo que deseamos en tiempo y forma tendremos que preguntarnos qué es lo que realmente nos molesta y dónde se encuentra el motivo, si se encuentra en el exterior o si realmente es la forma en la que nosotros lo interpretamos. Por eso es muy importante trabajarla desde la infancia. Aprender a esperar por las recompensas o aceptar la imposibilidad de que algo que deseamos no llegará a cumplirse nos ayuda a ser adultos emocionalmente más sanos.
Generalmente nuestro umbral de tolerancia a la frustración suele ser muy bajo, así que asumir como algo natural que no siempre podemos conseguir todo lo que deseamos y asumirlo es una buena forma de relacionarnos con ella.
Ver si este sentimiento que nos invade procede de nuestra parte consciente o inconsciente nos dará muchas pistas a la hora de convivir con ella, teniendo en cuenta que si no la manejamos bien, esta puede convertirse en un estado de ánimo o en una actitud, y desde ese lugar determinar todo lo que sentimos, pensamos, decimos o hacemos.
Despojémonos de la falsa creencia de que la frustración es algo malo, aprendamos a identificarla, reconocerla, acogerla y permitírnosla, haciéndonos responsable de todo lo que nos trae. Si nos mantenemos orientados al presente y tomamos conciencia de toda esta información, el lugar desde el que nos relacionemos con nuestras frustraciones cambiará sustancialmente. Y un último dato: la frustración puede ser un estado temporal y, por tanto, reversible o bien convertirse en compañera de viaje de por vida. La elección es únicamente nuestra.
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