
Una de las grandes reflexiones que nos dejó el filósofo griego Epicteto es que “Tenemos dos oídos y una boca para escuchar el doble de lo que hablamos”. Una gran frase que le viene muy bien a este artículo en el que abordamos esta peliaguda cuestión, la sustancial diferencia entre oír y escuchar.
¿Cuántas veces has oído lo que alguien te está diciendo pero no has sido capaz de escucharlo porque estás pensando en tus cosas? Esto es lo que se conoce como escucha pasiva, aunque hoy quiero centrarme en la escucha activa, que es la habilidad de escuchar y no solo lo que nos dicen sino también cómo nos lo dicen y ser capaces de ver que hay más allá del propio mensaje.
Porque oír y escuchar, aunque a priori parecen lo mismo, en realidad no son la misma cosa; de hecho, hay una sustancial diferencia. Mientras que la primera acción es involuntaria, la segunda necesita de la voluntad del receptor del mensaje para que funcione.
Cuando escuchamos de forma activa nos ponemos a disposición del otro para recibir y acoger todo aquello que quiere compartir con nosotros y para que esto ocurra debemos hacerlo desde un plano de consciencia plena, apelando a nuestro yo consciente y separándonos de nuestras creencias, juicios y prejuicios. Escuchar es estar para el otro y hacerlo a todos los niveles. Cuando oímos solo nos quedamos en las palabras pero es importante saber que no solo comunicamos a través del lenguaje, sino también con lo que sentimos y hacemos.
Si estoy instalado constantemente en mi ego me resultará muy difícil percibir todo lo que subyace de mi escucha hacia otros. Escuchar prestando atención y tomando conciencia de la importancia de este acto nos aproxima a entender y comprender a los demás, incluidos sus puntos de vista. No digamos ya, acogerlo y acompañar a esa persona que está confiando en nosotros para compartir algo que es importante para ella.
Quizá por eso existen tantos problemas de comunicación: en el trabajo, en las familias, en la pareja y en nuestro entorno en general, porque oímos mucho pero escuchamos poco. Y esa es la cuestión fundamental: escuchar para entender y no para responder.
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